Do Not Disturb

“Do not Disturb, No molestar” nos traslada a un día de trabajo en cualquier fábrica de principios del siglo XX. Cuatro personajes singulares trabajados para provocar sentimientos en el público de todo tipo, esos sentimientos que sólo afloran cuando nos vemos reflejados. Personajes llevados al límite: al límite de riesgo, de absurdez y también al límite de ternura.

El desarrollo del espectáculo transcurre a lo largo del montaje de una máquina. Una máquina que es una rueda de 2,5 metros de diametro y alrededor de 120 kilos de peso. Los cuatro personajes de “Do not Disturb, No Molestar” tienen instrucciones de construir esta rueda pero, en realidad, no saben exactamente cómo debe quedar y mucho menos cuál debe ser el proceso de montaje. Será este desconocimiento el causante de todas las situaciones divertidas, emocionantes y arriesgadas que surgen durante el espectáculo.

“Do not Disturb, No molestar” habla también de pequeñas cosas, de relaciones humanas y cómo estas pueden influir directamente en un proceso más global. De la idea común de la molestia desde ángulos absolutamente opuestos, de cómo lo que es muy molesto para unos, para otros puede resultar lo más normal.

La dificultad del proceso de montaje y la carencia de pautas para el mismo, representa el presente inmediato de los personajes, capaz de llevarles a un sentimiento común, la frustración, aunque ello no implique, por supuesto, llegar a resignarse. De ahí que entre todos, más allá de las diferencias, decidan buscar una solución común al problema. Mientras construyen, aparecen fortuitas rencillas, se crean grupos… En definitiva, nos vemos envueltos en un juego de niños que sabotean, sin prejuicios, los márgenes de la realidad. Pero, a medida que el tiempo pasa, se van haciendo adultos. Notan el peso de los días y el trabajo, aprenden de la experiencia y, finalmente, se hacen mayores. Todo ocurre de una manera gradual con el propósito de que el público crezca y se ilusione al mismo ritmo en que ellos lo hacen.